El autogobierno o gobierno interno, es la capacidad del individuo de dirigir y controlar su propia vida. La Biblia enseña que aquel que puede enseñorearse de su propio espíritu es el que está en la capacidad de gobernar una ciudad: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”. (Proverbios 16:32).
El erudito Holandés del siglo XVII Hugo Grotius, resumió el principio de autogobierno con la siguiente declaración: “El que no sabe como gobernar un reino, no puede administrar una Provincia; ni tampoco puede gobernar una Provincia, ni puede ordenar una Ciudad; quien no sepa regular una Villa; no puede guiar a una Familia; ni tampoco puede gobernar bien una Familia que no sabe Gobernarse a sí misma; ni tampoco nadie puede Gobernarse a sí mismo a menos que su razón sea Enseñorearse, Disponer y Devorar a sus vasallos; tampoco la Razón puede gobernar a menos que ella misma sea gobernada por Dios y (completamente) obediente a El.”
Lo que dice es que el hombre que no sabe gobernarse a sí mismo no está en capacidad de gobernar sobre otros.
1 Timoteo 3:5 dice que si no sabe gobernar su casa no sabrá gobernar otras instancias (como la iglesia o la ciudad): “que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no saber gobernar su casa ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)”.
El caos, el desorden, la corrupción imperante en una administración local, regional o nacional no es más que un reflejo de la falta de autogobierno del gobernante en su vida interior. Por tal razón es muy importante darle total atención a este tema del autogobierno.
Participé recientemente como candidato a alcalde de mi distrito en las elecciones municipales del mes pasado y comprobé que la mayor demanda de los vecinos a sus candidatos era en cuanto a la seguridad ciudadana, debido al alto índice de delitos y faltas registrados en la Comisaría del sector en perjuicio de las personas y la propiedad.
Los vecinos demandan mayor inversión en el tema, como más cámaras de videos vigilancia, más carros y motos para el control de las calles, más personal de serenazgo, etc. Pero todo este problema sería menor si pusiéramos mayor atención al desarrollo del autogobierno en nuestras vidas. La ciudad fuera más bella porque habría mayor presupuesto invertido en obras públicas porque la responsabilidad ciudadana sería más evidente.
Mientras más autogobierno interno posee una persona, menos gobierno externo necesita. Consecuentemente, se requieren más reglas, leyes y mayores presupuestos para mantener a la gente actuando correctamente, nos refiere Stephen McDowell en su libro: “Liberando las Naciones”.
La historia nos enseña que el hombre puede controlarse a sí mismo, pero solo en un grado limitado. Puesto que el autogobierno no puede ser impuesto exteriormente y el hombre es limitado en su autodisciplina personal, debe haber entonces otra fuente de control interno. Y esa fuente mis queridos amigos es Dios y Su Palabra tan necesarios para el desarrollo del autogobierno en nuestras vidas. Lo dijo Hugo Grotius: “el hombre únicamente puede ser realmente autogobernado si su razonamiento, voluntad y deseo están gobernados por Dios. La base del autocontrol es la obediencia al Creador y Sus normas de conducta que se encuentran en la Biblia.
James Madison , cuarto presidente de los Estados Unidos y principal arquitecto de la Constitución de este país, expresó: “Hemos comprometido todo el futuro de la civilización Norteamericana, no sobre el poder del gobierno, lejos de ello, hemos comprometido el futuro de todas nuestras instituciones políticas sobre la capacidad de autogobierno de la humanidad; sobre la capacidad de todos y cada uno de nosotros de autogobernarnos, controlarnos y sustentarnos nosotros mismos de acuerdo a los Diez Mandamientos de Dios.
Afirmo que sin auto-gobierno cualquier gobierno está destinado a fracasar.
Desafío hoy a todas las instituciones que son responsable de la educación de los hijos a poner especial énfasis en el desarrollo del autogobierno por el bien de todos en general.
Jorge Arévalo